sábado, 18 de mayo de 2013

Cicatrices para siempre - Cesar Rojas Lucero



El misticismo del Señor Botom viajaba de un lado para otro esperando una taza de café en el viejo Pub de la calle 13.

No podía dejar de ver a travez de la ventana y resistirse a sentir el vientre lleno de dolor y a miles de hormigas que agusanaban su interior con viejos pensamientos importantes al menos para el.

¿Habrá hecho algún daño el vivir tanto tiempo como para odiar el olor del césped recién bautizado por el agua del otoño?

Si, solo a él, al Señor Botom le desagradaba la idea de tener una temporada entera llena de lluvias y ver correr por las calles de la ciudad a la desagradable melancolía. ¿La razón del odio? Su pasado.

Si, todo empieza ahí mismo; en el pasado el cual a veces no podemos cambiar o manipular. El cual nos inunda con su vaho y nos hiere en el presente, nos atasca la mirada con pensamientos hilarantes y, al menos quizás no te ah pasado a ti y agradezco por ello; pero al señor Botom la vida le había enseñado algo, al menos el lo pensaba así. Odio, un sentimiento único, desmesurado, activo, terminal.

Un mimo que viajaba por ahí creando un mundo lleno de fantasías se pegó justo al lado de la ventana junto al lado del Pub de la calle 13. Al señor Botom se le vino el mundo real al espantarse a causa del mimo que le dedicaba una sonrisa amplia y una mirada alegre y a la vez pasiva. Casi como si quisiera interpretar o hurgar en la mirada de Botom.

<<Así que el desgraciado quiere verme reír ¿eh?>> pensó el viejo << ¡demonios!, basta que un tipo asqueroso como él quiera hacerme reír>>

Botom se levantó justo en ese instante y animó al mimo a desaparecer de ahí, no lo quería ver, quería que el personaje desapareciera de su vista.

-Shu, shu ¡maldito!

El mimo actuó un poco, fue como si las palabras de Botom fueran un arma activa y las balas de las mismas se hundieran en su pecho dañando su interior. Realizó un poco de mímica casi como si estuviera en un campo de batalla y el enemigo que disparaba con sus palabras estuviera al otro lado de la ventana; sentado, tomando un café y huraño.

El mimo actuó tan real que hasta la gente de la calle se detenía para ver el espectáculo y un niño que viajaba con su padre le aplaudió por fenomenal performance.

<<¡patrañas!>> pensó el viejo <<Aquí adentro no me hará daño ese estúpido>> Aseguró su vida dependiendo de una ventana, misma que había dejado de ver por la atención que le dirigía a su café.

Acto seguido, alguien abrió la puerta del Pub. Alguien que al parecer y por el alboroto que había causado había llamado la atención a toda la gente.

-¡Hola!- un niño de cabello castaño oscuro y de lentes gigantescos se acercó al personaje, lo saludó y no recibió un saludo igual al suyo. Era de esperarse ya que el personaje era un mimo.

El señor Botom escuchó un alboroto en la entrada. Mucha gente sorprendida saludaba al mimo pero el viejo Botom solo tenía ojos para mirar la taza y fruncir el ceño.

De pronto y como si se tratara de un truco mágico, todo el bullicio del Pub se paralizó, entró en total silencio y en un hilo de suspenso.

Botom tomó un poco de café y arregló su cabello.
En eso alguien arrastró una silla que descansaba enfrente de su mesa. El viejo saltó un poco y miró por encima de sus anteojos. Era un mimo, bueno, al menos eso parecía porque algo además de el maquillaje, cubría su rostro. Era como si detrás del maquillaje escondiera algo secreto, si, un secreto del pasado.

De inmediato el mimo actuó. Miró por la ventana y representó a un viejo que sacaba un puro de su bolsillo trasero y a la vez le ofreció uno al viejo que estaba frente a él.

El viejo Botom solo miraba la cara del mimo como si tratara de adivinar que le había ocurrido. No prestó atención a lo que hacía el mimo y solo se fijó en su cara.
Botom se olvidó un momento de su café y vaciló antes de abrir su boca y quitarse la duda de la espalda.

-¿Qué te pasó?- preguntó el viejo
El mimo desvió la mirada y agachó la cabeza.

-Si, en tu…- Botom señaló su cara y miró más interesado al mimo- …tu cara.

El ambiente cambió tanto como la cara del mimo. Este mismo tomó una servilleta de en medio de la mesa y se limpió la cara para dejar ver algo que entristeció al señor Botom

Después de unos minutos llenos de miles de interrogantes en la cabeza del viejo, el mimo terminó de limpiarse la cara para dejar ver su rostro total y enteramente lleno de quemaduras, tal como las quemaduras de tercer grado. Quemaduras que no sanarían jamás según los dictámenes médicos. Quemaduras que tendría de por vida y que jamás se podría quitar.

-¡Dios mio!- hilvanó Botom sin hacer sentir mal al mimo- bueno, ahora si dime… ¿Qué te pasó?- preguntó el viejo.

El mimo señaló su garganta y su cara, con esto era simple de interpretar todo. El mimo no podía hablar y no porque no quisiera, sino porque no podía hacerlo debido a algo que le había pasado.

-Ok, creo que no puedes hablar ¿verdad?

<<Exacto>> decía el mimo en mímica

El pub entero miraba detenidamente al mimo y al viejo Botom ya que no querían dejar pasar la oportunidad de saber que le había ocurrido al mimo.

<<Ok>> interpretaba el mimo <<le contaré que es lo que pasó>> seguía.

<<Un día, hace mucho tiempo, vivía un niño son su familia. Papá, mamá y un pequeño perrito. Papá era una persona que no vivía mucho en casa porque el trabajo lo absorbía, era remolcador. Siempre llegaba cansado y fastidiado a la casa. Así que la mayor parte del tiempo, el niño vivía  con su mamá en casa>>

<<Un día el papá llegó a la casa cansado del trabajo, de la vida y hasta de su familia. Comenzó a beber sin límite y ya dada la media noche no sabía de sí.>>

<<De pronto ya casi perdiendo el conocimiento, rocío sobre la mama que estaba dormida una botella de alcohol y también la derramó sobre el niño que estaba adormecido en los brazos de la mamá. El papá prendió un fosforo y se comenzó a incendiar todo el lugar>>

<<Había fuego por todas partes, el humo iba  y venía y el incendio comenzaba a abrazar con intensidad la cara y el cuerpo del niño y no se diga el de la mamá.>>

<<Por suerte el niño salió de la casa y sobrevivió, pero no pudo salvar a su madre, ni a su casa, ni a su padre>>

<<En el hospital el diagnostico era aun más desastroso. Más que asegurar que el niño jamás volvería a poder hablar debido a que el fuego le quemó la tráquea, el niño supo que jamás iba a poder seguir siendo el mismo. No iba a volver a ser feliz>>

<<pasó el tiempo y la vida pretendía hacerle ver la realidad de todo. La felicidad no iba a ser objetivo y debía tomar una decisión. Arriesgar su corazón y sus sentimientos y dejar que su vida se agusanara con un odio dirigido a su padre o convertir ese odio en propósito lleno de vida y lleno de felicidad>>

El viejo Botom dejó correr una lagrima por su cara y su imaginación volvió al Pub.

-Oh, cuanto lo siento- dijo Botom.

<<No, no, ¡no!>> actuaba el mimo << ¡mire lo que tengo aquí!>>

De una bolsa que colgaba de su brazo, el mimo sacó varias fotos y se las enseñó al señor Botom.

Unas fotos dejaban ver a un mimo abrazando a una niña con síndrome de Down. Otras más dejaban ver a un niño con cáncer sonriéndole a un mimo chistoso y bailarín. Otra más dejaba ver a un mimo regalándole alimentos a dos niños que vivían en un basurero a lo lejos de la ciudad.

-¿Ese eres  tu?- decía Botom

<<Si, si>> actuaba el mimo <<soy yo>> decía sonriendo como si estuviera satisfecho << y usted ¿Por qué la cara larga?

-Yo…emm… vaya, no es algo tan importante como lo tuyo…amigo.

Las últimas palabras hicieron efecto, el mimo sacó de su bolso un tarro de maquillaje blanco y se maquilló en un dos por tres.

<<¡Listo!>> actuaba el mimo <<estoy a su servicio. Me gustaría arreglar esa cara larga ¿Puedo hacer algo por usted?>>

-¿Crees poder hacer algo por mi?

<< Sin duda alguna>>

-Ok. Ven, aquí a mi lado- el mimo se acercó a Botom  el viejo le mostró una panadería al otro lado de la acera. Una panadería de donde salió una señora bien vestida pero con un ánimo triste y deprimente.

-¿Ves a esa señora? Ella es mi esposa. Tiene 10 años que ya no vivimos juntos. Un problema nos separó. El odio comió todo lo que en un tiempo se llamaba amor.

<<Mmm…fácil y sencillo>> el mimo actuó y el Pub entero no paraba de observarlo <<Una pregunta señor ¿Usted aún la ama?>>

El viejo no dudó y secándose una lagrima que resbalaba por su mejilla solo dijo : Si, aún la amo.

<<¡Ok!>> el mimo tomó aire y corriendo salió del Pub no sin antes agarrar una flores de la mesa principal 
<< ya regresó noble caballero>> le guiñó un ojo a Botom y salió disparado a la panadería no sin antes agarrar una flores del jardín externo del Pub.

El mimo entró corriendo a la panadería, entró como si algo le urgiera y sin pensarlo más se dirigió a la esposa de Botom.

<<¿Puede sonreír?>> actuó el mimo

-No, ya hace mucho que no puedo sonreír. Simplemente ya no puedo hacerlo- decía la señora.

<<Ok. Pero podría aceptar estas flores y olerlas ¿No es así?<<

-Unas flores. ¿Son para mi?

-Si, son para ti Sara- una voz ronca se dejó escuchar en la entrada de la panadería y Sara vió a un viejo canoso de 70 años de edad llamado Botom.

La señora Botom miró con sorpresa al viejo y detuvo con fuerza las rosas que descansaban en sus manos.

-Al final el odio nos hacer ser las personas que no somos- decía Botom- Sé que te equivocaste Sara pero créeme que la vida nos pone pruebas que tenemos que superar- le guiñó un ojo al mimo- y ¿Por qué tenemos que superarlas? Muy sencillo, para aprender a amar más de lo que nuestra lógica podría hacerlo. Y eso es lo que se el día de hoy.

El mimo retrocedió y vio la cara de Sara. Una viejecilla que tenía betún en sus manos debido a que unos minutos antes había hecho algún pan.

-Perdóname, nunca fue mi intención dañarte en el pasado- decía Sara – caí pero, estoy aquí, me levanté.

-Sara, aquí estoy. Siempre lo estuve y siempre lo estaré.

Una ovación de aplausos estremeció la calle 13 al que ver que el viejo Botom abrazaba a Sara y el amor fluyo a lo largo y ancho de la comunidad.

-¡Gracias mimo!- decía el viejo Botom en medio de el alarido.

<<Siempre un placer>> el mimo hizo una reverencia.

-Por cierto amigo ¿Cómo te llamas?

El mimo sacó de su sombrero un papel arrugado y algo viejo en el que se podía leer:
“El amor al final vencerá”

<<Querido Botom. Yo no tengo nombre, pero quizás algún día escucharás en verdad quien soy como el día de hoy y te acordarás de ser feliz, amar y perdonar a pesar del pasado>>

FIN.

Cesar Rojas Lucero

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