Y allí estaba...el corazón estaba tendido, muy mal
herido.
Su armadura, antes brillante y lustrosa, estaba
ahora llena de sangre, abolladuras y un tanto
oxidada.
-Me das vergüenza- le susurro la razón al corazón.
- Solias ser un grande entre los grandes. Y mira
en lo que te has convertido...
La razón se puso a caminar de aquí para allá,
sutil, como el delicado tic-tac de un reloj,
presagiando el final del corazón.
-Ciertamnete, en un principio llegue a admirar tu
coraje y tu determinación. Aunque siempre eh
pensado que eres un poco estúpido. No olvido
aquella vez que luchaste indomable y fiero.
Aunque al final pasó lo de siempre, escuchaste mi
tradicional " te lo dije". No puedo creer aun que
libraste tu mas grande batalla por una mujer que
no valía ni una sola gota de tu sangre.
Más tarde, aun después de casi muerto, quisiste
seguir luchando, no aprendiste la lección y
fracasaste una vez más. Y aunque antaño ese fue
uno de tus dones; el nunca rendirte, hoy te
cuesta caro, pues vives en la tristeza, en el
profundo y agonico mar de la soledad.
Escuchame, ¡escuchame por primera vez!, rindete
ahora que puedes, ahora que estas moribundo y
frágil, es el momento en el que debes darte
cuenta que esa cosa que tanto anhelas no existe,
es un mito, una ilusión y como toda ilusión, lleva
un engaño.
No puedes ganar, por más que lo intentes y por
más que luches... Tu destino es fracasar, por
favor entiendelo, el único porqué es el que ya te
dije: el amor no existe.
El corazón hizo una mueca, pero no dijo nada. Asi
que la razón siguió con lo que ya parecía un
monólogo.
-Rindete ahora y busca tu propio crecimiento, sin
importarte nadie, utiliza el odio y el rencor que
tanto escondes en esa jaula, y combinalo con el
dolor que has ido guardando todos estos años,
serás poderoso. Una vez que lo domines, utiliza
ese nuevo sentimiento a tu favor y te aseguro que
nada ni nadie podrá pasar por encima de ti.
Tendrás dinero y gloria. ¿Quién necesita de un
mito?
El corazón habia escuchado pacientemente, bajo
la visera surcaban lagrimas. Su yelmo, totalmente
abollado se cayó en ese momento. En ese
instante consideró la posibilidad de rendirse,
jamás volver a tomar la espada y seguir los
consejos de la razón.
Era el final...
Pero cuando fue a tirar su sueño por el frío y
eterno abismo del olvido... Recordó.
Recordó la mujer que apenas conocía pero que
estaba en su recuerdo. Recordó como habia
construido ese sueño y decidió que no importaba
lo que dijera la razón... El creía en el amor.
Años después se dio cuenta que aquella noche, la
del extraño monólogo no habia sido la razón.