martes, 26 de noviembre de 2013

El corazón y "la razón".

Y allí estaba...el corazón estaba tendido, muy mal herido. Su armadura, antes brillante y lustrosa, estaba ahora llena de sangre, abolladuras y un tanto oxidada. -Me das vergüenza- le susurro la razón al corazón. - Solias ser un grande entre los grandes. Y mira en lo que te has convertido... La razón se puso a caminar de aquí para allá, sutil, como el delicado tic-tac de un reloj, presagiando el final del corazón. -Ciertamnete, en un principio llegue a admirar tu coraje y tu determinación. Aunque siempre eh pensado que eres un poco estúpido. No olvido aquella vez que luchaste indomable y fiero. Aunque al final pasó lo de siempre, escuchaste mi tradicional " te lo dije". No puedo creer aun que libraste tu mas grande batalla por una mujer que no valía ni una sola gota de tu sangre. Más tarde, aun después de casi muerto, quisiste seguir luchando, no aprendiste la lección y fracasaste una vez más. Y aunque antaño ese fue uno de tus dones; el nunca rendirte, hoy te cuesta caro, pues vives en la tristeza, en el profundo y agonico mar de la soledad. Escuchame, ¡escuchame por primera vez!, rindete ahora que puedes, ahora que estas moribundo y frágil, es el momento en el que debes darte cuenta que esa cosa que tanto anhelas no existe, es un mito, una ilusión y como toda ilusión, lleva un engaño. No puedes ganar, por más que lo intentes y por más que luches... Tu destino es fracasar, por favor entiendelo, el único porqué es el que ya te dije: el amor no existe. El corazón hizo una mueca, pero no dijo nada. Asi que la razón siguió con lo que ya parecía un monólogo. -Rindete ahora y busca tu propio crecimiento, sin importarte nadie, utiliza el odio y el rencor que tanto escondes en esa jaula, y combinalo con el dolor que has ido guardando todos estos años, serás poderoso. Una vez que lo domines, utiliza ese nuevo sentimiento a tu favor y te aseguro que nada ni nadie podrá pasar por encima de ti. Tendrás dinero y gloria. ¿Quién necesita de un mito? El corazón habia escuchado pacientemente, bajo la visera surcaban lagrimas. Su yelmo, totalmente abollado se cayó en ese momento. En ese instante consideró la posibilidad de rendirse, jamás volver a tomar la espada y seguir los consejos de la razón. Era el final... Pero cuando fue a tirar su sueño por el frío y eterno abismo del olvido... Recordó. Recordó la mujer que apenas conocía pero que estaba en su recuerdo. Recordó como habia construido ese sueño y decidió que no importaba lo que dijera la razón... El creía en el amor. Años después se dio cuenta que aquella noche, la del extraño monólogo no habia sido la razón.