sábado, 27 de agosto de 2011

Sobre dulces y rodillas raspadas

¡La infancia es bien chida! De hecho creo que es de mis etapas favoritas en lo que he llevado de la vida.  A pesar de que la mayoría de los traumas emocionales que tiene la gente, provienen de ésta etapa. Yo pienso que es el lapso de tiempo en el que más aprendes. La imaginación nunca es la misma después de pasar esta etapa. De niños podemos convertir un lápiz en un avión, una bola de papel en un proyectil, una escuadra en una pistola, entre muchas otras cosas. Fue de mis mejores etapas en la vida porque de ella aprendí más de lo que aprendí en la prepa.
Como es uno de mis temas favoritos, les dejaré un cuento (Introduzca grito de emoción.)
Así que, ¡me despido gente! Cuídense mucho y pórtense mal. Saludos y que tengan un excelente inicio de semana.

Sentado en la esquina del salón, está un niño callado, sombrío. Es esa clase de niño que parece ser molestado fácilmente por los demás, pero se equivocarían dentro de esa primera impresión.  Aquel niño sombrío y solo, es esa clase de niño al que nadie se le acerca. Porque todos le tienen miedo.
La historia empieza un primer día de escuela. Un día soleado acaba de anunciar el inicio de un nuevo año para el colegio Astucia.  Dentro de todos los grupos que existen, se destaca uno que es el más numeroso y el más ruidoso: 4to año
4to es el grado más grande que hay, debido a que cuenta con la gran cantidad de 39 alumnos dentro de su lista. En éste nuevo año, han ingresado 11 nuevos alumnos al grupo, que  había sido el mismo desde 1ero de primaria. Dentro de esos 11 niños, estaba uno que causó curiosidad a los demás. El niño era rubio, delgado. Con facciones afiladas, ojos verdes y un extraño lunar en la mano derecha. Todos le preguntaban de donde venia, si era extranjero, qué era lo que tenía en la mano. El niño, apenado, se limitaba a mover la cabeza en distintas direcciones, argumentando que lo dejaran solo. Extrañados, los alumnos de 4to volvieron a sus lugares, aguardando la llegada del recreo.
El niño decía que se llamaba “Artemis” a pesar de que las listas dijeran otro nombre  “Así me gusta que me digan” Respondía cada que le preguntaban por qué decía que ése era su nombre. Durante los recreos, Artemis se la pasaba solo. Cada vez que alguien se le acercaba, dijera lo que le dijese, Artemis respondía “Gracias” y se iba.
Un día Susana, la niña más bonita de todo el grupo, se le acercó para ver si quería ser su novio, pero él respondió que no le gustaban los humanos y se fue corriendo. Desde entonces, nadie le habló durante un tiempo.
Un jueves primero de octubre, uno de los grandulones abusivos del grupo llamado Edgar, se le acercó para quitarle su lunch. En un forcejeo, Edgar le soltó un golpe a directo a la cara. Nadie supo cómo, ni en qué momento,  el gran Edgar terminó en el suelo con la nariz rota, llorando y gritando de dolor. Artemis  sostenía su lunch apretándolo con los dos brazos y su pecho. Inmóvil y con un ojo morado.  Como todos vieron que Edgar había sido el que inició la pelea, Artemis solo fue castigado por la dirección, mientras que a Edgar lo suspendieron por 3 días.
Al principio, todos trataban a Artemis como un héroe, era el que le había dado una lección al más grandote del salón.  Pero a Artemis no le gustaba la idea de que lo felicitaran.
Poco a poco, los niños se fueron alejando de él, ya que “Estaba medio loquito por que habla solo muy seguido” decían los demás. Lo que  no entendían, era que Artemis era el único del salón, que tenía aún un amigo imaginario.  Y que ese amigo imaginario, era el único que comprendía.
Por eso no le gustaban los demás niños, por eso no necesitaba de las niñas. Artemis tenía a su amigo y nada más en el mundo. Artemis era feliz, padeciendo esquizofrenia. 

Richo

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