sábado, 28 de mayo de 2011

"¿Yo? No, nunca he sido infiel..."

“Ella: Enamorada, no importa la distancia. Todos los días le mandaba un mensaje de “Te amo”  a cualquier hora del día. Se veían cada mes y cada mes crecía más su amor por él.
Él: Leía el mensaje todos los días, mientras besaba a la otra.”
Suena de película, ¿no? Pues suele pasar. Más seguido de lo que crees. Aunque también está esta otra situación.
“El: En su casa, dormido. Probablemente soñando con ella mientras sonríe con los ojos cerrados. Evocando algún momento de esos en los que el más mínimo detalle es recordado, debido a su perfección
Ella: Ahogada de borracha, besándose con uno de sus amigos en la fiesta a la cual dijo que no quería ir. “
También pasa.
¿Qué es la infidelidad en sí? ¿Besarte con alguien más? ¿Tener relaciones con él? O ¿tal vez simplemente el hecho de pensar en hacerlo? (Nota: No importa el sexo de la otra persona)
Me puedo basar en varias historias, como por ejemplo el matrimonio de dos de mis escritores preferidos Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre. Que cada uno tenía a sus amantes, y los dos sabían de la existencia de estos.   “La carne se puede dejar llevar, pero mi alma esta con ella”
Sin embargo, algo tan común es visto con malos ojos. Que otra persona te atraiga físicamente, no quiere decir que la ames. Es prácticamente imposible lo que nos plantean de “Matrimonios perfectos” e “Historias de cuentos de hadas” Todos somos infieles alguna vez. No se puede pasar toda tu vida con una sola persona.  Todos buscamos reproducirnos, entre más se pueda, mejor. Al menos eso dice la genética (Léase: Teoría del gen egoísta.)
“Me puso el cuerno”  dicen muchos. Como si nunca hubieran pensado en hacerlo. 
Bien, ahora va un cuento corto que improvisaré para ustedes.
“Se ven como todos los días. Ella le habla y el responde. Los muslos de ella ya fueron de otro. Los labios de él han pasado por su mejor amiga. Ninguno lo sabe, pero los dos se sienten culpables. Hablan de temas tan triviales mientras los dos piensan en lo que han hecho. “Nunca debí haber ido a esa fiesta” piensa él. “No debí tomar tanto” piensa ella.  Sin embargo ahora están los dos, viéndose de frente como todos los días. Sonriendo, justo como los enamorados saben hacerlo. Se toman de la mano y se besan, como todos los días, algo tan normal que ya no tiene tanto efecto como antes. Ella recuerda las mariposas que sentía cuando él estaba cerca. El simplemente se limita a mover sus labios. Ambos se dan cuenta de lo monótona que se ha hecho su relación, pero ninguno habla.
Llega el momento de despedirse, ella le dice “Te amo”. El, de espaldas le dice “Yo también”.
Ella llora. “

Pd: Sí, lo hice una vez. No, no me siento orgulloso. Y por favor, no lo hagan. La culpa es horrible, incluso después de haberlo confesado.

Richo.

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