El Príncipe
y
La Princesa
Había una vez, en una tierra lejana, una bella
y joven princesa. Su edad pintaba apenas entre los 20 o quizás y hasta 21 años.
En realidad era una princesa muy hermosa, tan hermosa que alguna vez se llegó a
decir que era la mujer más bella de todo el reino y hasta en ocasiones se decía
que era la más bella del mundo entero.
A pesar de que su belleza era indescriptible y
su presencia era dominante, tenía un gran problema. Un problema del que había
estado atada toda la vida; un problema de extrema atención en el cual sus
padres, los reyes, habían solicitado ayuda a todos los magos y videntes de
aquel lugar y todos sin excepción alguna no habían dado la correcta solución a
ello. El gran problema era que la princesa nunca había sido feliz y jamás había
podido sonreír.
Al mismo tiempo en aquel reino, existía un
joven. Un muchacho no muy simpático, pobre, tímido y retraído. Nada que ver con
los regulares príncipes que ocasionalmente osaban en visitar al rey para
pedirle la mano de su hija la princesa. A pesar de sus nada atractivas
cualidades, el era muy risueño y enamoradizo en exceso. Aquel muchacho de una
edad que no rebasaba los 21 años era panadero. La gente le llamaba más por su
apodo que por su nombre. Le solían decir: “El raro panadero enamorado”.
Una noche en serena quietud, el joven panadero
se había enterado que la princesa cumpliría años en los días venideros. Uno de
los grandes amigos del panadero, se animó a darle la noticia de la fecha al
muchacho.
- ¿Pero como es que puedo impresionar?-
preguntó el panadero con limitadas ilusiones mostrando su mandil corroído por
las manchas de el trabajo en exceso.- Hay demasiados tipos por ahí alardeando
su riqueza, sus reinos, su dinero y hasta su galanura.- comentaba el muchacho
en tono resignado y desilusionado- Eso es simplemente absurdo.
-Pero lo sabes bien,
ella no es feliz. Le hace falta algo- comentó
su regordete amigo- anímate ya, haz algo...No se- buscó por el lugar si de
milagro encontraba un objeto que le ayudará a ejemplificar su invitación- ¡hazle
un obsequio!
-No amigo- el
muchacho decepcionado continuó amasando la harina y recortando figuritas para
hacer galletas- eso no sería bueno, te aseguro que me rechazaría.
- vaya- puntualizó
el amigo gordinflón en ironía- ya vi que jamás podrás cumplir tus sueños y
mucho menos el mayor sueño del que se que tienes- abrió la puerta de la
panadería anunciando que su salida era inminente- el estar con la hija del Rey.-
jaló el cerrojo y justo antes de salir comentó sin razón alguna- solo hazlo con
amor.
La noche pasó con
frialdad. El joven sabía que era su oportunidad; sabía que a lo mejor el podría
hacer que la princesa fuera feliz. Pero ¿Cómo lograrlo?
En su cama rota y
enmohecida por los tantos años en los que había dormido en ella, el joven
pensaba una y otra vez si sería una buena idea hacerle un obsequio a la joven
princesa; y no solo eso, si no qué objeto utilizar para hacer un buen y
merecido detalle.
La cabeza se le
quebró toda la noche. El sueño se le había espantado y en consecuencia caminaba
por toda su habitación pensando en el comentario de su amigo. “solo hazlo con amor”.
A continuación de
unas tantas horas en insomnio e ideas después, se le ocurrió pensar bajo la luz
de la panadería que yacía sola.
La mesa de amasar,
sola y sin ingredientes estaba puesta justo en medio de la sala. El horno, en
el fondo de la misma, inundaba el aire de un perfume de mezclas que,
indudablemente serian de ayuda para que el joven se le hiciera un nudo en la
panza a lo que se le adjudicaba de una idea. Una loca idea que podría ayudarle
en su intento por conquistar a la princesa.
De un saco tomó
harina, la esparció por la mesa de trabajo. Tomo unos cuantos huevos,
mantequilla de primera calidad, jarabe de tres leches, azúcar, levadura, un
poco de leche condensada, mousse de guanábana, crema para batir, lo recubrió
con ganache de chocolate blanco y le agregó el ingrediente perfecto y exacto,
el ingrediente que jamás había usado en la vida, el ingrediente que le da vida
a lo seco y cambios a lo acostumbrado…le agregó Amor.
Un día después.
-y ¿Cómo le pusiste
de nombre al…”pan”?
-Le puse, Pastel- le
contestó convencido el chico- un rico pastel de chocolate blanco.
-mmm…- su amigo
comía a bocados grandes una rebanada del dichoso “pastel”- así conquistarás a
la princesa- era tosco al masticar- y de
paso a tus futuros suegritos.
La risa fue a gran escala,
el joven se decidió a comer una rebanada y con gusto lo saboreo.
-Hoy cocinaré uno y ese será para ella. Mañana es su cumpleaños –
señaló con su dedo índice a lo alto de el reino donde se hallaba el castillo
real. Mucha gente se movía de un lugar para otro. El panadero suponía que el ir
y venir de la gente era por los preparativos de la celebración del día siguiente,
pero a pesar de todo, el chico estaba decidido a hacer la proeza de ir y
entregarle lo que, al menos el creía, sería la solución a lo que sufría la
princesa.
Al día siguiente.
El “Raro panadero
enamorado” estaba hecho un manojo de nervios. Su vestimenta era de lo poco
mejor que tenía. Apenas unos harapos limpios y telas que olían a césped fresco,
un peinado poco usual le hacia ver sin gran chiste y ni el dinero le alcanzaba
para portar con dignidad unos zapatos buenos y de categoría. Aún así, tomó aire,
agarro el pastel de chocolate blanco, lo envolvió en papel de estraza, al mismo
tiempo tomo una hojita de papel en la que había una pequeña notita, la que
colocó en el exterior del papel de estraza y pronto salió con seguridad de su
panadería.
Al viajar por las
calles de la ciudad, vio que ya mucha gente se reunía en el castillo. Desde lo
lejos era imposible visualizar si la princesa estaba lista, pero a el no le
importaba si ya estaba apta para la ocasión, si se había puesto algún tipo de
maquillaje o herramienta por el estilo. Después de un tiempo en caminata se
detuvo ante un comentario que escuchó de entre los gritos de la gente.
-Según dicen
que viene con un gran regalo- comentaba una señora que miraba al castillo con interés- y con el
regalo sanará la princesa.
- ¿En verdad
lo crees?- preguntó la otra señora con tono de preocupación- que sea verdad.
Esperemos que sea verdad.- argumentó con expectativa- Lo que sea que le tenga
de sorpresa el Príncipe Azúr, tiene que ser la solución.
El Panadero
se paralizó ante tal comentario. Había una amenaza que estaba latente en
aquellos instantes. Había un competidor que al igual que él estaba dispuesto a
ofrecerle una solución a la princesa y hasta ¿Por qué no? Ganarse el corazón de
la misma y el favor de los reyes.
<< ¿Retroceder?>> -
pensó en si el panadero- <<No.
Tengo que hacerlo. Tengo que ganarme su corazón>> - Argumentó seguro de sí- <<
Es ahora o nunca>>. De pronto, muchas trompetas y címbalos resonaron
justo entre las calles de la ciudad anunciando que Azùr Príncipe, estaba
llegando con una buena comitiva de seguridad.
Al panadero
le temblaron los pies y se le aceleró el corazón, pero no desistió. Opto por
tomar una ruta alternativa en la cual quizás y llegaría a tiempo antes que su
adversario. Optó por correr y entrar a espaldas del castillo. Quizás y ese sería
un buen atajo, y así lo fue. Se vio impedido a veces por que tenía que escalar
unas cuantas rocas erizas. Pero pronto y a salvo llegó a la cumbre del castillo
en donde estaba la habitación real y justo a un costado la habitación de la
princesa.
Su entrada
fue fácil ya que la habitación tenía una vista panorámica de todo el reino al
aire libre. Sacó el pastel de su bolsón. Con sigilo y cuidado en sus pisadas lo
colocó en la repisa de una fuentecita que estaba justo en medio de la recamara.
Ajustó la notita en el papel de estraza y suspiró con éxito.
De pronto se
escucharon unos ruidos en la puerta de la habitación. El panadero sin dudarlo,
se dirigió al lugar de donde había ingresado. <<! Si me ven aquí me matarán!>> - pensó.
Con rapidez
en sus movimientos se deslizó por las cumbres del patio trasero del castillo,
corrió a toda prisa en dirección al gran jardín donde se celebraría el tan
esperado cumpleaños de la hermosa princesa.
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Algo abrumada
por los invitados que ya estaban preparados para la celebración, la princesa
entró a su habitación con cara cansada y ánimos muy bajos. Cada día la
esperanza de encontrar una buena y merecida solución a su problema, era nula.
Se había cansado de recibir tantas invitaciones a probar la felicidad ajena con
algún príncipe altivo ò deseoso del reino, que en verdad el desánimo era parte
de su vida diaria.
Caminó en
dirección al pasillo contiguo de su habitación pero en su intento descubrió que
había algo nuevo e inusual en su pequeño viaje. Miró con cuidado un paquete que
estaba cubierto por un papel café. Al mismo tiempo observó una hojita de papel
que estaba sujeta por unos lazos pequeños.
Dudó en
tomar el paquete, así que sólo tomó la pequeña notita en sus manos. La abrió y
leyó:
“Un hermoso obsequio para una
hermosa princesa”
(Por favor princesa, abra el
paquete. Después, de la vuelta a esta nota.
Las instrucciones están al
reverso.)
-¿Instrucciones?- la duda que expresaba la
princesa era anormal, aunque la palabra obsequio hizo que su interés se volcara
hacia una buena expectativa.- Veamos de que se trata- dijo interesada.
Rompió el
empaque con fuerza y decisión; el papel cayó con gracilidad y muy pronto
descubrió que se trataba de un pan. Un pan decorado con crema y así mismo con
unos cuantos dibujos elegantes y llamativos. Se veía vistoso y antojable a la vista. Lo que más le
llamó la atención fue ver que en este mismo pan estaba escrita con crema una
leyenda que rezaba: Feliz cumpleaños “Princesa
Roxane”.
Algo extraño
hizo que en su corazón se empezara a desarrollar una loca palpitación.
Rápido
desdobló la nota que tenía en la mano y leyó:
Se llama “Pastel”, y si…se
come.
Si quiere ser feliz coloque
unas cuantas velas arriba de él y
Préndalas; después pida un
deseo (el que sea), aspire un poco de aire y pensando en el mismo deseo sople sobre ellas. La tristeza se
ira con ese leve pero seguro suspiro.
Después coma de él y se dará
cuenta que a cada mordida y saboreándolo, la dulzura le alegrará y su sonrisa no
cesará”.
Se extrañó al ver aquella invitación. Dudó un poco. No
era para nada seguro. Aún así la princesa tomó unas velas que estaban al lado
de su cama. Las prendió, las puso sobre el dichoso pastel, dudó un poco, tomó
el suficiente aire y…
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El panadero había
llegado justo a tiempo para el inicio de la ceremonia, algo cansado
del viaje a
pie que había hecho. Miró con inquietud a la explanada principal y vio que los
reyes estaban platicando con el vocero y a lo mejor, le estaban dando
indicaciones.
- ¡Los reyes
saludan al Príncipe Azùr!- gritaba a todo pulmón el vocero.
Sin saber de
donde, la princesa había entrado en escena. Estaba justo al lado de la reina y
a su parecer estaba algo fatigada. Nadie prestó atención al hecho ya que el
príncipe Azúr caminaba con esplendidez y absoluta personalidad. Toda la gente
lo miraba anonadada.
Para empezar
saludo al rey con respeto y decoro,
continuó con la reina a la que le dio un par de obsequios y terminó con
la princesa a la que saludo con un ligero beso en las mejillas.
- ¡El
Príncipe Azur anuncia!- grito de nuevo el vocero.
- La
tristeza y el desanimo no deberían de ser parte de una dama tan hermosa.-
gritaba el príncipe dirigiéndose a toda la gente que ponía atención- Bien he
sabido que la princesa aquí presente a estado sola y en completa tristeza-
señaló con seguridad a la joven- y para la sorpresa de todos y de ella misma he
venido con buenas noticias.
De pronto,
muchos de los súbditos del Príncipe Azúr se acercaron con muchos obsequios que cargaban en las
manos. Todos los obsequios se los acercaron ante la familia real y aún más ante
la princesa.
- No solo he
venido a entregarle estos maravillosos regalos- gritaba el príncipe con alegría
en lo que metía su mano a uno de los bolsos de su vestimenta. Enseguida sacó
del mismo una cajita de oro- Si no por esto- abrió la cajita y se dejó ver en
la misma un anillo de oro que brillaba con fuerza.
Enseguida el
príncipe Azúr tomó la mano de la princesa con una mano, y con seguridad, en la
otra mano agarró el anillo de oro.
- Yo se que
la felicidad esta a la vista y estoy seguro que esta es la medicina.- se hincó
ante la princesa y entonando la voz le propuso- Cásate conmigo.
El reino
entero se quedó paralizado y callado ante la excelente propuesta, El silencio
se hizo total. Todas las miradas de la gente estaban totalmente puestas en la
princesa y todos los oídos en su voz.
El silencio
precedió un acto inimaginable. La princesa se quedó viendo al príncipe Azúr con
seriedad, pero de pronto cambió su actitud y su gesticulación, no aguantó más y
sin aviso sonrió y rió naturalmente.
El reino
entero estalló en júbilo al ver que la princesa había encontrado la tan
esperada solución, todos menos un joven que miraba con atención, todos menos el
“Raro panadero enamorado”.
Sin ánimo
alguno, el panadero dio media vuelta y se dirigió con paso lento a la salida
del jardín principal.
<<No lo probó>>-
pensaba con pesimismo- << o es que
quizás fue solo una vil manera de pensar que mi cariño especial, y amor único
hacia la princesa eran la verdadera solución…todo fue un error>>.
-¡La princesa
anuncia!- gritaba el vocero con potencia en la voz.
El príncipe
Azúr continuaba en rodillas. La princesa aun sonreía y continuaba con la mano
extendida. El reino entero volvió al silencio y la princesa abrió la boca.
- Lo siento Príncipe
Azúr- gritó a tono femenino- no puedo aceptar su propuesta. Mi felicidad y mi
sonrisa se las debo a otra persona.
De alguna
parte del castillo corría un sirviente trayendo consigo un paquete Café y
redondo. Cansado y sin aire llegó a la explanada principal. Enseguida le dio el
paquete a la princesa, la princesa lo tomo con sus manos y exclamó.
-Exijo que
el responsable de este pan se presente ante mi presencia.
El muchacho
panadero se detuvo en su caminar. Se petrificó ante el requerimiento de la
princesa y en lo que volteaba a mirar a la explanada vio entre la multitud a su
amigo gordinflón, el cual se acercó a él con una rosa en la mano y le propuso:
-Si de algo sirve, llévale esta rosa.
-Lo probó-
le dijo el panadero a su amigo- pero ¿Y si me acerco y me hacen algo?
-Maldita
sea.- le respondió su amigo- ¡VE AHORA!- le gritó a viva voz y por des fortunio
todo el reino escuchó la orden.
Toda la
gente miró al panadero con expectación, el mismo chico tomó la poca seguridad
que le sobraba y caminó con miedo en dirección a la realeza. Con vacilación
subió las escaleras de la explanada y cuando llegó ante la princesa le dio una
rosa y en tono bajo le dijo- Disculpe, mi intención era buena, la mejor.
La princesa lo miró altaneramente, levantó una
ceja, le guiño un ojo en complicidad y se dirigió ante el público presente.
-Este joven
y la magia de éste pan me han hecho olvidar la tristeza y tener la verdadera
felicidad- el público no lo podía creer, y mucho menos el muchacho que estaba
al lado de la princesa. La joven tomo la mano de el panadero y exclamó- si bien
me hiciere en responder una pregunta le concederé una petición, la que sea.
El panadero
estaba al borde del desmayo. Jamás había estado ante la presencia de la
princesa, solo la conocía de lejos pero ahora que la veía a escasos centímetros
era como ver a un ángel. Sus ojos cafés, su cabello negro y perfectamente
alaciado, su piel blanca, su figura como ninguna, su cara perfectamente
delineada, sus pómulos enrojecidos y sus cachetes chapeados. En verdad era imposible
dejar de verla, era perfectamente hermosa.
-¿Qué tipo
de magia o ingrediente usó para quitarme tan mal oprobio?- le preguntó la princesa.
Todo mundo
estaba en silencio, el joven miró a la chica que estaba enfrente y con titubeos
le respondió- Amor, utilicé amor.
La princesa
volteo a ver al panadero, le sonrió con una sonrisa esplendida y angelical. Se
acercó a él, lo tomo de las manos, lo miró con ternura y con voz dulce y normal
le dijo:- Y con ese mismo amor, serás pagado.- la princesa no lo dudó ni un
segundo, se acercó al muchacho y lo besó.
El reino
entero se sacudió en un loco frenesí de júbilo. El rey estaba feliz y su esposa
la reina también. El príncipe Azúr caminó en dirección a la salida del reino y
desapareció.
-Y bien- se
dirigió la princesa al panadero con tono tierno y dulce- ¿Que es lo que vas a
pedir amor?.
El panadero
no soportaba el loco latir del corazón, sonrió ante tal pregunta y respondió:-
Estar contigo por toda la eternidad.
Se abrazaron
los muchachos y a la princesa solo le bastaba hacer una afirmación más.
-Ahora ya no
serás más un pobre panadero, ahora eres el príncipe de mi reino y el de mi
corazón.
El reino
estalló de nuevo en gozo, las paredes retumbaron ante el hecho de que la
princesa era feliz y que el “Raro panadero enamorado” ahora pasaba a ser “El
príncipe feliz y eternamente enamorado”.
Fin de la primer historia del reino lejano llamado "Por Siempre".
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