Quería que sintieran el dolor que yo sentía a causa de
ellos, quería que sintieran el sufrimiento que mi corazón emanaba cada mañana,
quería que vieran lo mal que me sentía por existir, por no lograr las metas por
la que tanto trabajaba y todo porque me hacían menos.
Comenzó a crecer mas y mas mi odio, mi tristeza y mi soledad
que empecé a desearles todo el mal que ellos me habían hecho, deseaba de una u
otra forma vengarme por cada recuerdo amargo que tenía, por cada lamento de mi
vida.
Deseaba que padecieran lo mismo que yo padecía, deseaba que
tuvieran enfermedades, que los problemas los ahorcaran, deseaba que cada
proyecto que emprendían no funcionara, deseaba si se podía tuvieran una
terrible muerte.
Noche y día mi mente maquinaba como poder hacerles daño,
como hacer algo que les afectara tanto que no pudieran levantarse, que
sangraran lentamente hasta morir…
Todo pensamiento negativo se lo enviaba a cada persona que odiaba.
Pero nunca sucedía nada, al contrario cada día les iba
mejor, tenían éxito en sus proyectos, en su vida tenían alegría, salud y ellos seguían
afectando a los demás sin importarles sus sentimientos.
Cegada por las cicatrices que había en mi alma, por la
oscuridad en la que empecé a vivir, no me di cuenta que a quien le estaba
haciendo daño no era a ninguna de aquellas personas que me hirieron, si no a las personas que estaban a mi
alrededor y principalmente a mí.
El odio y el deseo de vengarme hizo que me olvidara de mí,
que me olvidara de mis sueños, de mis metas, y de que si fracasaba tenía que
volverlo a intentar, que no era por ellos si no era porque yo tenía que aprender.
Aprender que aunque la gente te haga el mal uno debe continuar, aunque la vida
se ponga difícil no debes desearle la muerte a nadie porque por si sola
ella va
a llegar y a veces no es de la mejor manera que planeamos.
Me enfoque en mi, sanando la enfermedad que iba creciendo como
el cáncer, todos esos pensamientos de negatividad se transformaron en amor
hacia los demás y hacia mí.
Y el tiempo pasó, empecé a triunfar, a ser feliz, a creer en
mí, habían sanado las heridas que por mucho tiempo habían estado abiertas.
Pero para ellos el tiempo de ser prósperos había llegado a
su fin, lentamente su vida se fue desmoronando, la vida les fue cobrando cada
fechoría que habían cometido, cada lagrima que fue derramada, cada corazón roto
que no pudo ser sanado.
El tiempo me enseño que más que la venganza ciega hacia una
persona debía seguir y que la vida misma se iba a encargar.
Porque cuando deseas la venganza cavas dos tumbas la tuya y
la de tu enemigo.
¿Por qué morir sin ningún sentido?
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