jueves, 23 de mayo de 2013

¿ES EL FINAL?


“Cuando me decidí a afrontar mis miedos me di cuenta que la mayoría de mis temores fueron provocados por mi propio miedo y lo que ocasionó ese miedo fue el temor a afrontarlo.”

Aquella noche lúgubre fue la peor de toda mi vida. Y cada segundo que pasa… (Si es que aquí existe aun el tiempo) se me va borrando de la memoria ese oscuro acontecimiento.  Es por eso que os lo relatare, lo gritare a los cuatro vientos con la esperanza de que algún día, si he de seguir aquí, el susurro del viento me lo traiga de regreso, pues solo la noche fue oscura. Todo comenzó cuando iba camino a casa una mañana, a todo galope, estaba lloviendo a cantaros pero no podía esperar ni un minuto más para ver a mi amada, llevábamos ya 7 años juntos y ese día era especial. Cruce el campo y tome el camino más largo para evitar el cementerio, pues me traía malos recuerdos, además de que había un acantilado muy peligroso y una choza que, decian, estaba maldita.
Era tanta mi prisa por llegar a casa, y la lluvia nublaba mi visión… que no pude detenerme al ver cruzar por mi camino a una mujer, salió disparada y se golpeo en la cabeza con una enorme piedra. Baje rápidamente del corcel, y observe a la mujer, era muy bella, trate de hacer algo por ella pero no sabía nada de sanación… pude ver como partía de este mundo, su mirada final estaba llena de… miedo. 
Yo no supe que hacer, y me dio miedo quedarme allí pues podrían acusarme de homicidio. Que, teóricamente había cometido… pero no fue mi intención, obviamente no lo había sido… me sentía tan culpable… pero gano mi miedo, me subí al caballo y fui a casa… y de reojo me pareció distinguir una figura que salía del bosque, un hombre encapuchado que llegaba a la misma escena del accidente, y minutos después soltaba un grito desgarrador…
Esa tarde, con mi amada, fue maravillosa, en esos momentos me olvide de todo, solo existía ella y lo que sentía por ella, la amaba profundamente. Sin embargo, esa noche al irme a la cama, a las pocas horas de haberme dormido, desperté empapado de sudor, había soñado con los ojos de la mujer que asesine. Mire a mi lado buscando a mi amada… pero no estaba. Baje al vestíbulo en su búsqueda, a la cocina, al sótano incluso y no la encontré. El miedo se apodero de mí. Grite su nombre por toda la casa sin respuesta alguna, así que tome el caballo y partí en su búsqueda.
De camino me puse a pensar en el miedo, ¿Por qué sentía miedo? ¿Qué lo provocaba? Porque tenía miedo, miedo incluso, de que algún día pudiese convertirse en terror, había pocas cosas que me daban miedo pero había uno en especial, que me daba pánico… la muerte, pues yo creía que no podía hacer nada para enfrentar ese miedo. Mis pensamientos se detuvieron cuando escuche gritos a lo lejos… y venían del cementerio.
Una vez allí, observé a lo lejos, una sombra, aunque no podía verlo, sentía su mirada punzante sobre mí. Al irme acercando pude distinguir claramente a un hombre encapuchado… ¿podría ser el mismo de aquella mañana… el mismo del grito espeluznante? … era poco probable, pero allí estaba y… ¡no! detrás de el estaba mi amada.  El hombre empezó a correr con mi mujer entre brazos, y a gran velocidad… se dirigía a la choza. Me llevaba un buen trecho de ventaja, comenzó a golpear a mi amada y entro a la choza, seguido de los gritos… los gritos de ella.
En ese momento descubrí que había una cosa más grande que mi miedo a la muerte… el amor hacia ella. Como un relámpago cruce aquel panteón, saltando cuanta tumba se me cruzaba en mi camino, entre ellas, la mismísima tumba de mi padre.  Sentí escozor en los ojos, los pelos se me erizaron, un espantoso calosfrió recorrió mi espalda, y entonces la cobardía me susurro: “detente” seguido de la venganza quien me dijo “habrá oportunidad de matarlo a él”. Por un momento quise detenerme, el miedo era demasiado… era terror. Pero no me detuve, hice caso omiso a esas voces, y guiado por la valentía, entre en aquella choza. Y allí estaba, el maldito hombre encapuchado sostenía una daga inmensamente brillante a la luz de la luna, la mujer que amo yacía pálida y senil sobre una mesa de piedra, el hombre estaba jugando con su sufrimiento, tenia heridas por todo el cuerpo, eso me destrozo el alma, aun estaba consciente.  Al momento de entrar en la choza, levanto con tremendo esfuerzo su cabeza y me miro… fue cuando supe que no había nada más importante que lo que sentía por ella. Arremetí contra el hombre con velocidad casi inhumana, yo no era tan fuerte como él, pero si más veloz. Su daga cayó al suelo en un charco de sangre… no había sido tan rápido, brotaba de mi costado izquierdo. No podía rendirme ahora, la mujer que amaba estaba en peligro, puse en práctica todos los movimientos que sabía. Seguí golpeándolo, algunas veces detenía mis golpes y él me asestaba algunos, justo en mi herida. Después de muchos golpes el hombre soltaba pequeños quejidos, pero ni siquiera se inmutaba, parecía que no le hiciesen daño mis puños llenos de sangre.
Yo estaba fundido, acabado, creí que iba a desmayarme, creí que era el fin. Ahí tumbado, bajo la luz de la luna, me tenía a su merced, tomo la daga del suelo, intente moverme pero el dolor era lacerante… ¡No podía terminar así! Tenía que hacer un último esfuerzo… quizá podría evitar su envestida de último momento, aunque me costara alguna mano… pero el hombre se dio la vuelta. Él lo tenía todo planeado… no la había matado pues quería que yo presenciara su muerte. Primero clavo la daga en la mano de la mujer… venganza… ese hombre era pura venganza…; ella soltó un grito desgarrador y no pudo mas, se desmayo. 
Si tan solo el hombre supiera que había sido un accidente… pero tal vez aunque lo supiera no hubiese importado, quería que yo sintiera lo mismo, dando por sentado que la mujer que había asesinado esa mañana era su mujer. Finalmente el hombre se disponía a  clavar la daga en el corazón de mi amada, pero  aquel grito me había infundido una serie de cosas, miedo, ira, tristeza… valentía. Tome las pocas fuerzas que aun me quedaban, fui consciente de que ya no podía seguir luchando… Me di cuenta de que las tablas de la choza estaban muy podridas y endebles… Y entonces me abalance sobre él, no había marcha atrás, juntos caímos al acantilado… en pleno descenso mi terror estallo y ante mí se mostraron todos aquellos momentos que recordaba con fervor e incluso aquellos que deseaba haber borrado, unos segundos antes de caer sobre las rocas,  al fin pude ver la mirada de aquel hombre,  la cosa más horrible que he mirado y no solo eso…estaba sonriendo.
Y de pronto… oscuridad.  
Había vencido al fin mi miedo, pero había pagado un gran costo. Había salvado a la mujer que amaba, y ahora tenía que enfrentarme a la muerte… y antes de terminar y partir, os diré que me di cuenta de una cosa: no era la muerte a lo que le temía… si no a lo desconocido; y es momento de descubrir, que hay mas allá.

¿FIN?

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