“Cuando
me decidí a afrontar mis miedos me di cuenta que la mayoría de mis temores
fueron provocados por mi propio miedo y lo que ocasionó ese miedo fue el temor
a afrontarlo.”
Aquella noche lúgubre fue la peor de toda mi vida. Y cada
segundo que pasa… (Si es que aquí existe aun el tiempo) se me va borrando de la
memoria ese oscuro acontecimiento. Es
por eso que os lo relatare, lo gritare a los cuatro vientos con la esperanza de
que algún día, si he de seguir aquí, el susurro del viento me lo traiga de regreso,
pues solo la noche fue oscura. Todo comenzó cuando iba camino a casa una
mañana, a todo galope, estaba lloviendo a cantaros pero no podía esperar ni un
minuto más para ver a mi amada, llevábamos ya 7 años juntos y ese día era
especial. Cruce el campo y tome el camino más largo para evitar el cementerio,
pues me traía malos recuerdos, además de que había un acantilado muy peligroso
y una choza que, decian, estaba maldita.
Era tanta mi prisa por llegar a casa, y la lluvia nublaba mi
visión… que no pude detenerme al ver cruzar por mi camino a una mujer, salió
disparada y se golpeo en la cabeza con una enorme piedra. Baje rápidamente del
corcel, y observe a la mujer, era muy bella, trate de hacer algo por ella pero
no sabía nada de sanación… pude ver como partía de este mundo, su mirada final
estaba llena de… miedo.
Esa tarde, con mi amada, fue maravillosa, en esos momentos me
olvide de todo, solo existía ella y lo que sentía por ella, la amaba
profundamente. Sin embargo, esa noche al irme a la cama, a las pocas horas de
haberme dormido, desperté empapado de sudor, había soñado con los ojos de la
mujer que asesine. Mire a mi lado buscando a mi amada… pero no estaba. Baje al
vestíbulo en su búsqueda, a la cocina, al sótano incluso y no la encontré. El
miedo se apodero de mí. Grite su nombre por toda la casa sin respuesta alguna, así
que tome el caballo y partí en su búsqueda.
De camino me puse a pensar en el miedo, ¿Por qué sentía
miedo? ¿Qué lo provocaba? Porque tenía miedo, miedo incluso, de que algún día
pudiese convertirse en terror, había pocas cosas que me daban miedo pero había
uno en especial, que me daba pánico… la muerte, pues yo creía que no podía
hacer nada para enfrentar ese miedo. Mis pensamientos se detuvieron cuando
escuche gritos a lo lejos… y venían del cementerio.
Una vez allí, observé a lo lejos, una sombra, aunque no podía
verlo, sentía su mirada punzante sobre mí. Al irme acercando pude distinguir
claramente a un hombre encapuchado… ¿podría ser el mismo de aquella mañana… el
mismo del grito espeluznante? … era poco probable, pero allí estaba y… ¡no!
detrás de el estaba mi amada. El hombre
empezó a correr con mi mujer entre brazos, y a gran velocidad… se dirigía a la
choza. Me llevaba un buen trecho de ventaja, comenzó a golpear a mi amada y
entro a la choza, seguido de los gritos… los gritos de ella.
En ese momento descubrí que había una cosa más grande que mi
miedo a la muerte… el amor hacia ella. Como un relámpago cruce aquel panteón,
saltando cuanta tumba se me cruzaba en mi camino, entre ellas, la mismísima tumba
de mi padre. Sentí escozor en los ojos,
los pelos se me erizaron, un espantoso calosfrió recorrió mi espalda, y
entonces la cobardía me susurro: “detente” seguido de la venganza quien me dijo
“habrá oportunidad de matarlo a él”. Por un momento quise detenerme, el miedo
era demasiado… era terror. Pero no me detuve, hice caso omiso a esas voces, y
guiado por la valentía, entre en aquella choza. Y allí estaba, el maldito
hombre encapuchado sostenía una daga inmensamente brillante a la luz de la
luna, la mujer que amo yacía pálida y senil sobre una mesa de piedra, el hombre
estaba jugando con su sufrimiento, tenia heridas por todo el cuerpo, eso me
destrozo el alma, aun estaba consciente.
Al momento de entrar en la choza, levanto con tremendo esfuerzo su cabeza
y me miro… fue cuando supe que no había nada más importante que lo que sentía
por ella. Arremetí contra el hombre con velocidad casi inhumana, yo no era tan
fuerte como él, pero si más veloz. Su daga cayó al suelo en un charco de
sangre… no había sido tan rápido, brotaba de mi costado izquierdo. No podía
rendirme ahora, la mujer que amaba estaba en peligro, puse en práctica todos
los movimientos que sabía. Seguí golpeándolo, algunas veces detenía mis golpes
y él me asestaba algunos, justo en mi herida. Después de muchos golpes el
hombre soltaba pequeños quejidos, pero ni siquiera se inmutaba, parecía que no
le hiciesen daño mis puños llenos de sangre.
Yo estaba fundido, acabado, creí que iba a desmayarme, creí
que era el fin. Ahí tumbado, bajo la luz de la luna, me tenía a su merced, tomo
la daga del suelo, intente moverme pero el dolor era lacerante… ¡No podía
terminar así! Tenía que hacer un último esfuerzo… quizá podría evitar su
envestida de último momento, aunque me costara alguna mano… pero el hombre se
dio la vuelta. Él lo tenía todo planeado… no la había matado pues quería que yo
presenciara su muerte. Primero clavo la daga en la mano de la mujer… venganza…
ese hombre era pura venganza…; ella soltó un grito desgarrador y no pudo mas,
se desmayo.
Si tan solo el hombre supiera que había sido un accidente…
pero tal vez aunque lo supiera no hubiese importado, quería que yo sintiera lo
mismo, dando por sentado que la mujer que había asesinado esa mañana era su
mujer. Finalmente el hombre se disponía a
clavar la daga en el corazón de mi amada, pero aquel grito me había infundido una serie de
cosas, miedo, ira, tristeza… valentía. Tome las pocas fuerzas que aun me
quedaban, fui consciente de que ya no podía seguir luchando… Me di cuenta de
que las tablas de la choza estaban muy podridas y endebles… Y entonces me abalance
sobre él, no había marcha atrás, juntos caímos al acantilado… en pleno descenso
mi terror estallo y ante mí se mostraron todos aquellos momentos que recordaba
con fervor e incluso aquellos que deseaba haber borrado, unos segundos antes de
caer sobre las rocas, al fin pude ver la
mirada de aquel hombre, la cosa más
horrible que he mirado y no solo eso…estaba sonriendo.
Y de pronto… oscuridad.
Había vencido al fin mi miedo, pero había pagado un gran
costo. Había salvado a la mujer que amaba, y ahora tenía que enfrentarme a la
muerte… y antes de terminar y partir, os diré que me di cuenta de una cosa: no
era la muerte a lo que le temía… si no a lo desconocido; y es momento de
descubrir, que hay mas allá.
¿FIN?
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