Era una tarde de verano y me encontraba paseando
por aquel parque que tantos recuerdos y vivencias traían a mi mente. Cosas que
jamás olvidaré y que me hacían sonreír. Ya han pasado más de seis años desde el
primer momento en que le hable y solo tres desde que se marcho.
A
mi mente viene una ráfaga de imágenes entrañables del pasado, un pasado que
innegablemente añoro. Recordé lo bien que me hacía sentir, la expresión en su
rostro y en sus ojos que me dejaba muy en claro que le importaba y me quería. Recordé
aquellos abrazos que me tranquilizaban y la tierna caricia que representaba su
frágil beso en la frente. Aquellas palabras de aliento y comprehensión que solía
darme infinidad de veces cuando más las necesitaba. Era cierto, le extrañaba,
como antes lo hacía y como jamás lo había hecho.
Me
detuve junto a una banca solitaria a mitad de mi recorrido, levante mi vista
con un cuidado que me pareció ilógico, mire hacia el cielo y me quede contemplándolo
como hace mucho tiempo no lo hacía y como hace años no me atrevía “¡Que
ridículo suena eso!” pensé en silencio. El cielo estaba teñido de un
rojo hermoso que solo se contempla cuando se acerca el atardecer, justo como se
tiñó aquel día que llore amargamente y que me sentí morir.
Cerré
los ojos en un intento en vano por olvidar todo y al instante sentí una lagrima
rebelde que había escapado de la prisión que forme con mis parpados y que ahora
surcaba por mi mejilla. Mi mente comenzó a desmoronarse por los fatídicos
recuerdos que se agolpaban en ella y dolían, todos y cada uno de ellos me
dolían. Estaba en un oscuro pasaje cuando de la nada sentí tu mano en mi
mejilla, impidiendo que aquella traviesa lágrima terminara en mi mentón. Tu
tacto era cálido y se sentía tan grato que me llego a asustar. Y me di cuenta,
era cierto, ahora estabas tú ¿De qué me preocupaba? ¿Qué más podía pedir?
Aun
con los ojos cerrados me embargo tu aroma, ese que hacía que mis sentidos se
dispararan y que me hacia derretir, el aire se inundo de él y lentamente tome
tu mano que aun reposaba en mi mejilla. Sonreí, porque no eras un sueño, porque
no eras una fabricación de mi torpe mente que ansiaba amor y que pude confirmar
con sentir tu mano debajo de la mía. Lentamente y sin querer romper esa bella
atmosfera que se creó abrí los ojos y allí estabas tú, con tu abrigo negro que combinaba
perfectamente con tu cabello y ojos que eran del mismo color. Tu mirada febril
y soñadora que me regalabas siempre que nos veíamos.
-Cariño ¿Estas llorando?- preguntaste aun con tu mano en mi rostro,
renuente a terminar con esa caricia.
-¡Lo siento! Saber que hoy es nuestro aniversario me pone sentimental-
mentí porque no quería amargar nuestro primer aniversario de un mes. Lleve tu
mano que aun cubría parte de mi cara a mis labios y bese delicadamente tu
palma.- ¡Hey! Tengo un obsequio para ti- dije con evidente emoción en
mi rostro.
-Dime que es, sabes que la curiosidad me mata- dijiste
sonriendo y te acercaste más a mí.
Saque
mi mano derecha de detrás de mi espalda donde la tenía para que tú no vieras lo
que traía, y pude ver tus ojos brillar al contemplar mi regalo. Lleve la rosa
que te daría hasta mis labios y deposite en ella un delicado beso y enseguida
te la entregue.
-Esto es para ti, aunque no se asemeje en nada con tu belleza- dije
al tiempo que la depositaba en tu mano.
-¡Gracias! Eres un amor- y juntaste
tu frente con la mía. –Por cierto, te amo y…te gane en decirlo-
dijiste con una sonrisa.
Y
en ese momento lo entendí todo. No necesitaba aferrarme a un pasado que fue
lindo y muy importante para mí porque ahora te tenía a ti a mi lado, que con
una sonrisa me iluminas y cautivas. Que con tu sonrisa de sol me haces olvidar
todo lo malo y solo pienso en ti. Desde que te conocí solo pienso en ti y hasta
hoy lo entendí.
-Tengo un regalo también para ti- dijiste
y echaste a correr. –Pero para que te lo dé deberás atraparme antes- y reíste como
solo tú sabes hacerlo.
Me
quede en mi lugar por tan solo un momento, analizando y pensando en la
felicidad que provocas en mi, en el cariño que te tengo y como tu dulce y
tierno manto cubre mi frío corazón, como tu sonrisa me ilumina y brinda confort
a todo mi ser. A lo lejos escuche tu voz que me llamaba a seguirte y averiguar
cuál sería mi obsequio.
-Definitivamente este 8 de agosto será especial- dije sonriendo y corrí detrás de ti.…
Bathory Ø.
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