sábado, 11 de junio de 2011

De pasiones y lenguetadas.

Les voy a ser sincero. Tenía planeado describir las pasiones que hay en mi vida, pero son demasiadas para el blog y además acabo de recordar una de ellas. Mi amor por los animales.
Hoy iba pasando frente a una de esas tiendas de mascotas donde tienen a los animales en condiciones deplorables, por decir poco. La tienda se ubica en una esquina de mi casa, y la verdad siempre paso rápido y sin ver, para así no sentirme triste por las criaturas que ahí se dan a la venta. Pero hoy pasó algo distinto. Algo que en verdad me hizo enojar y que me dio tanta tristeza que me hizo reflexionar sobre si en verdad los humanos nos preocupamos por los animales.
Bien, como ya platique en la entrada de “Primer amor”, mi perra ha sido mi acompañante desde hace mucho tiempo. Y la quiero con todo mi corazón.
Es mi pasión querer a los animales. Cada que puedo le doy a un perro de la calle comida, recojo un pájaro herido, incluso me siento mal cuando mato mosquitos. Pero pues una sola persona no puede salvar a todos los animales del mundo.
Como dije, hoy iba pasando por esta tienda, y entonces un niño señaló a un cachorro que estaba muy flaco y estaba acostado en una jaula. El niño dijo: “Papi, ¿por qué está tan feo?”.
Feo… claro. Lo que no es lindo y saludable es feo, pero por supuesto que sí.
Pero vamos, el niño no tiene la culpa. Todo lo que el niño dice, es lo que ve. Sin embargo los niños son de las pocas personas que se detienen a ver las condiciones de estos animales. ¿Cuántas veces hemos pasado por alguna tienda de mascotas sin voltear a ver las condiciones en las que los animales se encuentran?
Así, que con todo esto, decidí escribir una historia. Poniéndome en lugar de alguno de estos perros/aves/gatos/ratones/hurones/conejos….
“Artin.
Nació en la calle. Él fue el último de su camada. Su mamá le había puesto Artin.
Justo cuando salió al mundo, lo primero que vio fue un pequeño callejón en medio de dos grandes edificios. Al final del callejón había muchas luces y muchos sonidos que lastimaban sus oídos de recién nacido.  Artin apenas podía caminar, el suelo era duro y muy frio. Se apoyaba en sus hermanos para poder mantenerse en pie. El cálido vientre de su madre siempre les daba a todos un líquido muy sabroso, que les quitaba los gruñidos de su panza. Cuando mamá se iba a ese lugar con muchas luces y sonido, tardaba mucho tiempo en regresar. Pero cuando regresaba, llegaba con una sonrisa en el rostro y siempre se acostaba para que todos comieran. Mientras él y sus hermanos comían, ella les lamia el cuerpo para limpiarlos. Así fueron creciendo. Artin y sus 5 hermanos. Al principio eran 7, pero mamá se había llevado a dos que una vez se quedaron dormidos.  Todos los días Artin le preguntaba a su mamá:
“Mami, ¿donde están mis hermanos?” A lo que mamá respondía: “Están allá arriba, viendo como ustedes juegan” 
A Artin le encontraba jugar con sus hermanos cuando mamá se iba. Ellos hacían todo el desastre que querían ahí en el basurero. Le ladraban al viejo gato Joe, buscaban cosas brillosas entre la basura, se escondían y luego jugaban a pelearse. Una noche, cuando Artin ya tenía 33 soles de nacido, su mamá se fue a buscar comida. Salió el sol y ella no regresaba, así que él decidió ir a buscarla. Todos sus hermanos tenían miedo de salir a la luz ruidosa, pero Artin era muy valiente y no le tenía miedo a nada.  Cuando salió, vio a muchos perros grandes y estirados caminando sobre sus patas traseras. Todos tenían pelajes muy divertidos y de muchos colores.  También había perros más grandes que corrían sobre un suelo que olía muy raro. De repente se le acercó uno de esos perros raros, pero éste no era un perro grande. Era más como un cachorro. Pensando en que quería jugar a las peleas, Artin gruño como siempre lo hacía, entonces el perro aulló y se fue corriendo. “Supongo que se asustó” pensó Artin.
Artin no veía a su mamá por ningún lado. No quería salir completamente del callejón donde estaba, tenía miedo de que los perros grandes lo fueran a morder. Mamá siempre decía que había perros que podían morder muy duro, y que eso dolía mucho. Así que decidió quedarse ahí por un rato. 
Pasaron unos cuantos minutos, antes de que Artin se diera cuenta que uno de esos perros estaba parado, asechándolo.  Se empezó a acercar. Traía algo raro entre sus patas, era como un palo pero con un círculo grande, y con una telaraña como las de la tía Petunia. Entonces Artin, asustado, corrió con sus hermanos para refugiarse entre la basura.  Antes de que pudiera llegar a ellos, unas garras fuertes y sin pelo lo atraparon. Lo levantaron del suelo y lo metieron en la telaraña.  Ladrando para que sus hermanos lo salvaran, Artin vio como llegaba otro perro grande como ese  y los atrapaba a todos.  Artin tenía muchísimo miedo, estaba ladrándole a mamá para que pudiera salvarlo. Pero no llegaba. Los metieron a un lugar muy oscuro y que olía muy feo.
 Pasó mucho tiempo antes de que Artin volviera a ver el sol. Cuando salió de ese lugar, Artin estaba en una especie de casa con muchos otros perros de otras especies. Había perros con alas, había perros dentro de agua, que eran muy pequeñitos y que no hablaban. Había otros perros muy divertidos que eran muy largos y estaban en una jaula de vidrio.
Artin estaba en una jaula junto con todos sus hermanos.  Les daban muy poco de comer. La comida era dura y sabia muy feo. Tardó mucho en acostumbrarse a ella, porque siempre comió del rico líquido de mamá.  Él y sus hermanos estaban muy asustados, no sabían qué hacer. Siempre venían los perros largos que caminaban en dos patas, y se llevaban a alguno de los otros perros de la casa. Los cachorros de los largos de dos patas, venían también a jugar con ellos y les metían patas por los barrotes par acariciarlos. Eso le gustaba mucho a Artin.
Con el tiempo, se fueron llevando a todos sus hermanos. Hasta que solamente quedó Artin en la jaula.
Pasaban los soles, y Artin se sentía solo y triste. Todas las noches soñaba con sus hermanos, y con su mamá. Entonces se despertaba llorando y se daba cuenta que nada mas estaba él en la jaula.
Nunca supe si se lo llevaron a algún lugar, o si murió en la tienda; a mí me llevaron antes. Pero él me contó toda su historia. Creo que fui su único compañero en la jaula después de que sus hermanos se fueron. Pobre perro, era muy lindo y gracioso, pero ya estaba demasiado grande como para que se lo llevaran. Yo, en cambio, fui adoptado por uno de esos largos de dos patas. El me quiere mucho, y yo también lo quiero a él. Cada que me acaricia, me acuerdo de la historia de Artin. Ya que cuando  venía alguien, Artin lo saludaba moviendo la cola y con su enorme sonrisa en el rostro. Siempre esperando a que lo acariciaran. “

Como dije antes, una de mis mayores pasiones, son los animales. En verdad los amo con todo mi corazón.

Les dejo una foto de la tienda:



Saludos: Richo

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