lunes, 31 de octubre de 2011

Las crónicas de los "Bata Blanca"

En vísperas de la semana de aniversario de este proyecto que nos ha traído tanto alegrías como decepciones, tanto delicias como sinsabores, tanto divertidas convivencias entre nosotros como tripas retorcidas por el coraje. Pero, antes que otra cosa, estamos frente algo grande para nosotros, conmemorar un año de Sonreí, Pensar y Vivir.

Esta semana llega a "El rincón del Zorro" un tema que por las condiciones actuales de mi vida tengo la alegría y la desgracia de mirar día con día. Es algo en lo que quizás pocos piensan, pero que a algunos les aterra conocer, a algunos les indigna y a otros les parece muy normal. Este juicio depende de cada quien. 
¿Alguna vez has visto a un estudiante de medicina? ¿Alguna vez te has preguntado que ocurre en su vida? 
Es común escuchar el típico "No tienen vida social" y es algo completamente falso, porque como buenos humanos tendemos a exagerar y si bien el tiempo de dedicación es alto, para todo se encuentran tiempos adecuados. Incluso varios se escudan (creo que sería más justo decir "NOS ESCUDAMOS") en ese argumento para perder totalmente la cordura cuando se presenta un tiempo para descansar y convivir. Estos son relatos de las personas que en un futuro tendrán tu vida en sus manos, estas son historias de gente que antes que médicos son HUMANOS y tienen las mismas tentaciones y debilidades que todos. Estas son "Las crónicas de los Bata Blanca":


Mirando en retrospectiva, las cosas no habían salido como las había imaginado, después de todo estaba solo, sentado en un banquillo con un libro en las manos, en un lugar que al principio le pareció familiar y cada hora se hacía más ajeno. Pero no era sólo él, era todo su universo. A donde fuera que volteara veía gente fingiendo. No a todos les salía bien esa parte de fingir, algunos días el muro de mentiras se derrumbaba y la realidad devoraba todo a su paso, cosechando lágrimas, enojos, enemistades y dolor. Todos sus amigos tenían historias cruentas en los pocos meses que llevaban juntos en ese hospital, todos sin excepción. 
La mente de este muchacho era un nudo, no podía evitar pensar en los problemas de los demás y en los suyos mismos. Borracheras... si, para estos 4 meses habrán de contar unas 5, quizás más. Por lo menos las suyas, las del resto de sus amigos a las cuales no asistió deben sumar unas 12. 

Se preguntaba su todas las "fiestas" de sus amigos sería iguales a la que experimento cuando una chica que conoció en el pasillo lo invitó a su cumpleaños. Nunca había visto tanta droga en un sólo lugar, pero lo que en verdad lo hizo sentirse incomodo fue la absoluta falta de control al entregarse a la locura de sexualidad que vio allí. Nunca había considerado algo "monstruoso" ese tipo de actos orgiásticos, de hecho siempre había querido ver uno, pero no era el "qué" sino el "como". Siempre creyó que el estar consiente era necesario para arrojarte a las brazas del placer ardiente y desenfrenado del sexo y varios de los chicos que participaron de esa fiesta parecía más anestesiados que entregados a la búsqueda el paraíso. "No es que el sexo sea malo, pero pensaba que la finalidad era que se disfrutara, no que uno abusara del drogado" concluyo al salir de esa reunión y luchó por olvidar el tema.

Miró por la puerta y vio a sus compañeros cruzar el pasillo. Era casi una ilusión verlos pasar con ese aire de seriedad y de importancia que les daba esa bata blanca sabiendo lo que sabia de ellos. Locuras de fin de semana, aventuras con de una noche, arrumacos con los residentes dentro del propio hospital, y miles de historias más que se cuchichean por los pasillos. De lo que estaba seguro es de que jamás vería de la misma manera a varios de sus compañeros después de saber eso, y es comprensible, nadie miraría de la misma forma a alguien que... bueno, se lo imaginan.

Salió de consultorio con una tormenta en la mente y las cosas no mejorarían. El huracán terminó de arrasar su mente cuando el familiar de su paciente se deshizo en llanto enfrente de el. ¿Qué se supone que podía hacer por la madre de esa chica que lloraba inconsolable? La señora tenía una condena de muerte, riñones inservibles, un paro cardiorespiratorio el día previo (fue resucitada en terapia intensiva), una Diabetes Mellitus 2 de más de 20 años de evolución y 82 años a cuestas. En verdad no podía hacer mucho con los recursos que tenía el hospital, dudo que con los recursos de cualquier otro, aun así le fue recriminada la propia vida de una dama que defendió con la más ferviente pasión y entendimiento que su mente ofrecía. Sin embargo no fue suficiente y unas horas antes la señora murió. Nada le hubiera gustado más que olvidar todo y llorar con la damita la perdida de su madre, pero la helada realidad le imponía ser cortante y "realista" pero se preguntaba con todas sus fuerzas "Acaso ¿no es real el dolor de esta señora?" 

Llegar a casa no fue nada mejor, encontrarse con alguien enfermo, con alguien de su propia familia, y lo único que era capaz de hacer era recomendar al especialista adecuado para estudiar el caso porque adivina amiguito...no tienes ni título para poder recetar algo. Frustrado y con más ganas de apagarse que de seguir adelante, recordó una cartita que se había escrito durante un tiempo muy duro, donde nadie creía en el. La sacó de su cartera y leyó:

"La vida tiene sentido cuando de tu esfuerzo cosechas la sonrisa y la gratitud de tus hermanos"

Al día siguiente se levantó temprano, como solía hacerlo, repitió las palabras  mientras estaba sentado en la cama y se lanzó a esa guerra diaria que llamaba servicio para intentar con toda su alma cosechar la sonrisa y la gratitud que le devolvieran el sentido a su vida... Se levantó despacio mientras su labios dibujaban una sonrisa.

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